Recientemente, he recibido un mensaje privado en mi cuenta de facebook que decía lo siguiente: «Laura!!! S.O.S. ¿puedes escribir algo sobre quién es ese niño de 13 años que vive en mi casa?». Ante lo alarmante de la situación prometí que mi próxima entrada en el blog iría dedicada a esta madre angustiada y es por eso que me encuentro ahora ante la terrible situación de tener que decirle a esta mamá la fatídica noticia de que ese niño de 13 años que vive en su casa… ES UN ADOLESCENTE!!!!!!!!!!!!. Que no cunda el pánico, nada de exorcistas, dientes de ajo ni estacas de madera en el corazón, de momento intentaremos buscar otras soluciones, al fin y al cabo siempre podemos recurrir de nuevo a éstas si las otras no nos funcionan.
Lo primero es hacer un buen diagnóstico: inconformismo, desobediencia, actitud de salirse siempre con la suya, cambios de humor, engañar ocultando cosas, hacer más caso a los amigos que a los padres, problemas con la ropa… no hay duda, es un adolescente (sé que muchos estaréis pensando que vuestra pareja también presenta estos síntomas, no es el caso, con 40 años el diagnóstico ya sería otro).
Todos estos comportamientos nos indican una normalidad en una fase del desarrollo en la que nuestros hijos se encuentran a medio camino hacia la edad adulta y en la que supone una adaptación por parte de ellos y de nosotros mismos a esos cambios. Sus organismos comienzan a producir grandes cantidades de hormonas sexuales: estrógeno y progesterona en las chicas y testosterona en los chicos. Esas descargas hormonales son las que irán provocando los profundos cambios sexuales en nuestros hijos y, a la vez, causan, en parte, las alteraciones emocionales.
A la vez que trabajan las hormonas, todo en el mundo de los adolescentes está en proceso de cambio: su cuerpo, su mundo, su mente, sus relaciones. Están dejando de ser niños pero aún no son adultos y eso conlleva una inestabilidad emocional que también provoca esos frecuentes cambios de humor.
¿Cuándo debemos de empezar a considerar que esos comportamientos ya no son tan normales y que habría que buscar solución psicológica a los mismo? Pues cuando el propio adolescente pide ayuda porque está sufriendo o cuando llega a reaccionar con insultos y agresividad. En ocasiones son los propios papás los que necesitarán orientación psicológica cuando se ven desbordados y no saben manejar la situación, aún cuando su hijo esté pasando una adolescencia «de libro». Si es vuestro caso, no dudéis en consultar. Los psicólogos estamos aquí para eso y con unas pocas pautas veréis como no es tan difícil atravesar Mordor.
Sin no perder en ningún momento de vista el hecho de que cada adolescente es un mundo, si que os puedo dejar algunas pistas al respecto:
– El adolescente necesitará menos afecto, pero sí apoyo y comprensión.
– Su principal objetivo es buscar su independencia, y aunque debe de aceptar la autoridad paterna, deberemos dialogar y negocia más que antes.
– Hacerle entender cuándo sus razonamientos son sensatos y cuándo no (tener en cuenta que no es fácil porque él siempre piensa en el presente).
– Establecer unas normas y límites en el hogar poniéndose siempre los padres de acuerdo en el estilo de educar.
– Favorecer el que sea vuestro hijo quien vaya progresivamente controlándose y organizándose con respecto a su cuarto, sus estudios, su paga semanal, sus horarios…
– Valorar las solicitudes que nos hace en función de si son razonables por una parte y justas por otra en relación a su edad y a su responsabilidad y actuar en consecuencia, es decir, flexibilizar nuestros «no».
– Explicarle las razones que tenemos para oponernos a algo.
– Escuchar sus razones.
– Negociar y llegar a acuerdos que deben de ser SIEMPRE cumplidos.
– No utilizar el chantaje afectivo: terminantemente prohibido el «cómo me haces esto con lo que yo te quiero».
– No perderle nunca el respeto pero tampoco permitirle que te lo pierda él a ti.
– No utilizar gritos y reproches, cuando empiece a alterarse, se le debe de decir lo que debe de hacer e iros de la habitación. No le podemos enseñar a «dialogar» a gritos.
– Si no cumple, su comportamiento debe de tener unas consecuencias negativas, pero nunca quitarle todo (una parte de la paga, un tiempo de estar con sus los amigos…), sino esta estrategia perdería su valor.
– Valorar los momentos en que se muestra responsable y premiarlos.
Y sobre todo, es muy importante mantener las expectativas altas sobre nuestros hijos, decirles que son responsables, respetuosos… pues ellos si se ven respetados y queridos, tienden a adaptarse a lo que sus padres esperan de ellos.
Deseo, mamá con niño desconocido de 13 años que vive en tu casa, que estas pautas puedan ayudarte a ti y a un montón de mamás y papás que seguro que en estos momentos se sienten totalmente identificados contigo. Os envío desde aquí grandes dosis de paciencia, recordar que ese niño-adulto, sigue siendo el vuestro, el mejor, al que siempre querréis haga lo que haga, y sobre todo que la adolescencia también se pasa pronto como el resto de las etapas de la vida de nuestros hijos, por eso os recomiendo que intentéis disfrutarla al máximo en vez de sufrirla.
2 Comentarios
Javi
«inconformismo, desobediencia, actitud de salirse siempre con la suya, cambios de humor, engañar ocultando cosas, hacer más caso a los amigos que a los padres, problemas con la ropa…».
Desde luego, acabas de clavar la descripción de mi hija de 15 años ;-). Muchas gracias por los consejos que indicas, especialmente el de que «no se puede enseñar a dialogar a gritos»: es muy fácil perder la paciencia ante el desplante adolescente, hay que respirar hondo y repetírselo muchas veces.
ana
Yo pienso que las actividades infantiles no siempre tienen que tener una finalidad de enseñar algo útil, pero sí que es cierto que en ocasiones merecen más la pena los espectáculos de cuentacuentos que tienen un trasfondo.
Viendo un artículo de esta semana en El Mundo sobre cuentos infantiles para dormir. El artículo es este:
http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2017/01/14/587a8e98ca474190638b4592.html
… me gustaría explicar que hace un par de meses fui con mi niño de 4 años a ver un Cuentacuentos que trataba precisamente de eso, de que todos los presentes nos quedáramos allá mismo dormidos.
Creo que se titulaba «Quedate dormido en tu camita». El suelo estaba lleno de mantas y cojines para que todos nos tumbáramos. Y la chica que contaba el cuento pasaba por encima de toda la gente, que era un montón, porque la sala estaba llenísima.
Estaba basado en dos libros que aparecen en ese artículo del Mundo:
El libro titulado «Mi camita» y el libro titulado «Todos bostezan».
Ciertamente a mi niño le encantó, y me sorprendió mucho porque pidió dormir esa noche en su camita, que era un poco la finalidad de ese espectáculo.
Así que me hice con esos dos libritos y la verdad, mi hijo casi cada noche duerme en su cama. Le hemos puesto a la cama unos ojos y una boca como la del cuento y se duerme feliz.
Al leer ayer el artículo del El Mundo, quería contar esta experiencia, que realmente fue muy enriquecedora.