Hoy has vuelto a verme. Como siempre al abrir la puerta observo tu rostro con la intención de vislumbrar rápidamente como ha ido tu semana. Creo que ésta ha sido de las malas. Espero a que te sientes con la esperanza de que esta vez me haya equivocado y que me cuentes aquel momento que has disfrutado, aquel en que te has reído o simplemente aquel en que te has sentido relajada olvidando por unos segundos tu enfermedad.
De todos estos años trabajando y de todas las personas que han pasado por mi despacho buscando una solución a sus problemas, siempre he sentido una especial sensibilidad hacia aquellos casos en los que, como en el tuyo, el objetivo de trabajo no ha podido ser el buscar la manera de solucionar el problema, sino que el objetivo ha tenido que quedarse en un asimilar lo que te pasa, adaptarse y aprender a vivir con ello. Y reconozco que cada uno de vosotros ha dejado una muesca en mi autoestima de psicóloga, ante la impotencia de no haber podido ofreceros más.
En esos momentos siento no poder ser un dios, me da igual de qué religión, un ser extraordinario que sea capaz de cambiar el origen de tu problema, porque cuando éste es psicológico, me siento con armas y fuerzas para vencerlo o sino las busco, porque sé dónde hacerlo, pero cuando es físico, cuando se trata de una de esas enfermedades absurdas e injustas que aparecen sin razón, cuando sólo el 3% de la población la padece y ha tenido que tocarle a la persona que tengo delante, entonces me siento indefensa, porque sé que esta enfermedad ha irrumpido en tu vida como un torbellino, poniéndolo todo patas arriba y dificultándote tu día a día hasta el punto de reducir a una milésima las posibilidades de ser feliz. Comprendo tu rabia e interiormente grito contigo, comprendo tu angustia y para mis adentros lloro a tu lado. Pero no pienso permitir que nos quedemos ahí regocijándonos en la mala suerte. Si las posibilidades de ser feliz se han reducido a una milésima, juntas vamos a sacarle el mayor partido a esa milésima, si el objetivo de asimilarlo y adaptarse parece poco en principio, te aseguro que es un triunfo, que conseguirlo hará que le des una patada a ese estado emocional en el que te encuentras, porque según interpretamos las cosas que nos ocurren, permitimos a la vida que nos sea más o menos dañina, porque luchando por ser feliz ya estamos empezando a serlo, porque juntas vamos a conseguir que si esa maldita enfermedad se ha quedado para instalarse en tu cuerpo, tú la venzas en tu mente, pues al fin y al cabo es quien guarda la llave de nuestra felicidad.
Sé que te veré la próxima semana, y la siguiente, porque este camino va a ser largo, pero también sé que merece la pena luchar por ello y que juntas vamos a lograr completarlo.