Laura San Juan, Psicóloga clínica en Gijón y Oviedo


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Soy hipocondriaco y usuario de google… mala combinación

Diagnosticar a un hipocondríaco es relativamente fácil. Si en la entrevista clínica inicial la persona habla acerca de varios años padeciendo síntomas que ha asociado ineludiblemente con variadas enfermedades casi siempre de tipo terminal y la consiguiente angustia asociada al autodiagnóstico, mi siguiente pregunta siempre es: ¿y cuántas veces te has muerto?. Si su respuesta es una sonrisa y la palabra «ninguna» o simplemente con que me conteste o se mueva, el diagnóstico lo tengo claro: hipocondriasis.

¿Y cómo se sufre siendo hipocondríaco verdad?, esa tos por las mañanas que me recuerda a diario mi casi seguro cáncer de pulmón, ese hinchazón de estómago después de comer que despierta mi imaginación con mil y un tumores en mi sistema digestivo o simplemente la inquietud de no notar ningún síntoma… buf, mala señal, seguro que algo muy malo se cuece ahí dentro.

El problema es que como si no bastara con la capacidad que tenemos de machacarnos a nosotros mismos, ahora contamos con un socio omnipresente que nos reafirma en nuestra idea de que algo malo estamos padeciendo: San Google. ¿Quién se resiste a la tentación de escribir «dolor en el pecho»en la casillita preparada para tal efecto?, en medio segundo aparece un largo listado de diagnósticos de procedencias muy diversas y dudosas a las que rápidamente echaremos un vistazo y de entre los cuales se encargará eficazmente nuestra atención selectiva de que cliquemos precisamente en el que ponga «infarto de miocardio». ¡Ya está liada!, no hay marcha atrás, los siguientes días, semana e incluso meses los pasaré haciendo cálculos mentales para saber cuánto se tarda en llegar desde mi casa hasta el hospital, desde la oficina hasta el hospital, desde casa de mi suegra hasta el hospital y desde el monte al que había quedado de subir con mis amigos el domingo hasta el hospital… no, mejor el domingo me quedo en casa que en caso de infarto desde allí arriba no me da tiempo a llegar.

Y todo esto, sin acordarme para nada del tirón que me dio el otro día en el pectoral izquierdo mientras intentaba hacer el dichoso roll up de pilates (este dato del tirón me gustaría remarcar que es autobiográfico), a lo mejor me duele por eso… nooo, que va…, infarto fijo!!!, no hay más que leer los síntomas de google, solo tengo uno de ellos pero seguro que es el más importante, además aquella chica del foro sentía lo mismo que yo y mírala, salió de milagro. Y qué importa si la página en la que entré se llama «www.madrenohaymásqueuna.com», todos sabemos que al final las madres siempre acaban teniendo razón y los médicos también se pueden equivocar…

Lo cierto es que a los profesionales de la salud en general nos ha salido un duro competidor con google. Antes los pacientes acudían a nuestra consulta diciéndonos los síntomas que tenían, ahora directamente nos dicen su diagnostico. Lástima que en la mayoría de las ocasiones no sólo sea desacertado sino también bastante más tremendista que la realidad.

Cuando buscamos información a cerca de algo a lo que tememos, nuestra atención se hace selectiva exclusivamente hacia aquellos términos que tienen que ver precisamente con lo que nos atemoriza, obviando todo lo demás, magnificando inconscientemente la información recibida al respecto, con lo cual, ésta se convierte en algo completamente alejado de la realidad. Si a esto le unimos nuestro desconocimiento sobre el tema, podemos estar entendiendo de forma equivocada aquello que se nos transmite y adaptándolo una vez más a lo que en el fondo estamos buscando oír, con lo cual, el resultado siempre va a tener una nula fiabilidad.

Yo misma mientras estudiaba Psicopatología en 2º de carrera pasé de tener trastorno maniaco-depresivo a ser obsesivo-compulsiva e incluso un poco esquizofrénica. Por suerte, todo eso desapareció de mi cabeza cuando comprobé que todos mis compañeros se diagnosticaban a sí mismos de la misma manera. Entonces pensé: «o nuestra atención selectiva nos está jugando malas pasadas o tenemos el futuro laboral asegurado simplemente tratándonos entre nosotros». Como dato añadiré que a día de hoy, ninguno de mis antiguos compañeros ha pasado por mi consulta para tratar ninguno de estos trastornos.

Y es cierto que podemos padecer enfermedades y de que en ocasiones éstas pueden tener pronósticos negativos, pero la alerta continua ante cualquier pequeño síntoma, puede crear un estado generalizado y permanente de ansiedad con la consiguiente perturbación emocional que esto nos genera. Realmente sí estamos enfermos, porque la hipocondría también es una enfermedad, pero en esta ocasión sí o sí tratable y curable, así que olvida esas imágenes que aparecen en tu cabeza en las que te imaginas en el quirófano rodeado de personas vestidas de verde y con mil y un aparatos midiendo tus constantes vitales y sustitúyelas por el confortable asiento frente a tu psicólogo. ¿A que suena mucho mejor, verdad?.

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