Laura San Juan, Psicóloga clínica en Gijón y Oviedo


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Grrrrrrrrrrr ya me he enfadado!… podemos aprender a dejar de «echar humo»

Hay casi tantas formas de enfadarse como personas, pero hoy quiero referirme a esas personas viscerales que saltan rápidamente por cualquier cosa y que sffffffffffffff….. a los tres segundos se desinflan y vuelven a ser las mismas personas alegres y vitales de antes. Eso sí, esos tres minutos les ha dado para devastar todo lo que se hayan encontrado por el medio, bien diciendo las mayores barbaridades que se les pasan  por la cabeza o incluso azotando algún que otro vaso, libro o el smarphone de última generación que tanto les ha costado conseguir.Y lo peor es la resaca, ese momento posterior a la descarga en el que han despilfarrado tanta energía que se sienten agotados y sobre todo culpables, culpables porque una vez más han perdido los nervios a pesar de que las seiscientasveinticinco veces anteriores se habían jurado y perjurado que harían lo posible por no volver a tomarse las cosas así, por los demás pero sobre todo por ellos mismos.

Son personas volcanes, que entran rápidamente en erupción y que fácilmente echan humo. ¿Te resulta familiar algo de lo que estás leyendo? ¿eres una persona volcán o conoces a alguien que lo és?. Me gustaría a través de esta entrada del blog haceros llegar unas pequeñas pautas que pueden ayudaros a entrenar la habilidad del autocontrol, pequeños cambios en vuestra forma de actuar y de pensar que si los ponéis en práctica mejorará sustancialmente tu día a día disminuyendo esos momentos tan desagradables, para desgracia de los fabricantes de móviles.

El primer paso y posiblemente el más difícil, es estar pendiente del momento en el que tú notas que estás empezando a enfadarte. El enfado empieza a surgir en un momento determinado y como si de una escalada a una montaña se tratase, va alcanzando altura por momentos hasta que al llegar a la cumbre se desata el desastre. Pues bien, es mucho más fácil detenerlo cuando estás en la falda de la montaña que cuando ya has alcanzado 200 m. de desnivel, y a los 200 m. es más fácil que cuando ya te encuentras a 400, por eso es importante estar pendiente de nosotros mismos y de cómo nos está afectando aquello que nos están diciendo ó haciendo.

Una vez detectado, lo que debemos de hacer es abandonar la situación generadora del conflicto, hacer un tiempo a fuera como hacemos con los niños cuando les mandamos a pensar al rincón, si continuamos en la situación o con la conversación, la llegada a cumbre se va a producir sí o sí y  para entonces ya habremos perdido toda la capacidad de autocontrol. Un simple paseo, ir a otra habitación o incluso al baño nos va a permitir conseguir que la curva de la ansiedad vaya disminuyendo y no nos desborde, y es entonces cuando podremos trabajar con nosotros mismos la parte cognitiva, la parte de manejo del pensamiento, haciéndonos preguntas del tipo «¿realmente es tan grave lo que ha ocurrido ó lo que me ha dicho para que yo me ponga así»?, o  «si realmente es tan grave, no debería utilizar mi energía en buscar soluciones en lugar de malgastarla enfadándome?». El diálogo interno, las autoinstrucciones son la base de cómo nos sentimos. Podemos utilizarlas en nuestro beneficio para solucionar problemas ó hacer que seamos nuestros propios enemigos alimentando nuestro enfado con frases del tipo «pero cómo se le ocurre…», «de qué va…», «esto no lo pienso tolerar…». 

¿Significa esto que no podemos hablar temas que nos generan conflictos con los demás y que debemos de huir siempre de ello? En absoluto!. Significa solamente que tenemos que buscar el momento emocional adecuado para hacerlo, y si es necesario, posponerlo en el tiempo. Sólo cuando estamos tranquilos podemos ver las cosas como realmente son e intentar buscar soluciones, ahorrándonos esos momentos tan desagradables y aprovechando la energía emocional para disfrutar y ser feliz.

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